Christine Lagarde y el Banco Central Europeo (BCE) han reforzado su credibilidad en un momento crítico para la institución. El Consejo de Gobierno del BCE ha dado una valiosa lección a la Reserva Federal al iniciar un proceso de reducción de tipos de interés que se ha consolidado. La confianza del BCE en su evaluación de la macroeconomía, identificando signos de desinflación estructural, ha arrojado resultados positivos, permitiéndole emitir informes oportunos.
Lagarde ha logrado controlar el ciclo de los tipos de interés sin ser demasiado cautelosa, lo que ha permitido al BCE adoptar una actitud más tranquila ante la inflación. La decisión de liderar este proceso en junio fue audaz, dado que el BCE, al igual que la Reserva Federal, había sido ambiguo al comienzo de la crisis inflacionaria, describiéndola como “transitoria”. Esta falta de acción temprana fue criticada porque los estímulos de la era Covid, junto con otros factores, dificultaban una respuesta eficaz a la inflación.
Por primera vez en mucho tiempo, el BCE puede afirmar que manejó la situación mejor que la Reserva Federal, que cambió radicalmente su mensaje después de recibir datos macroeconómicos que justificaban la acción. Lagarde, en un contexto de críticas, ha demostrado valentía al iniciar un ciclo de recortes de tipos para contrarrestar la inflación, marcando uno de los momentos más destacados de su liderazgo.
La incertidumbre actual, derivada de las tensiones geopolíticas y el impacto económico de la pandemia, ha complicado la situación para ambos bancos centrales. Aunque el BCE ha ajustado su enfoque, el mercado espera que la Reserva Federal tenga que acelerar sus recortes de tipos de interés en las próximas reuniones a medida que cambien las expectativas en torno a la política monetaria.
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