Ahora Lula ya lo sabía, a pesar de todos sus esfuerzos por reunificar el país y hacernos olvidar la ruptura institucional que estuvo a punto de conquistar el ultraderechista Bolsonaro, sigue rugiendo la tierra baja de los objetivos, como lo revela el imponente acto celebrado. En Brasilia, en el aniversario del fracaso, intentó hacer que la gente temiera a la democracia.
Lula fue informado, como bien explicó Brasilia, de mi colega Naiara, y no dejó pasar en blanco el aniversario del fatídico 8 de Nerón del año pasado en el que más de 1.000 vándalos destruyeron las tres sedes del poder: el Congreso, el Supremo y el Palacio Presidencial. Y acertó al invitar a la citación a las 500 personas más importantes de los distintos estados del estado, incluidos los militares. Fue un consejo arriesgado, pero políticamente valioso. He obligado a los alcaldes responsables de las instituciones del país, incluidos los altos mandos militares, a condenar ya los actos de vandalismo que han atacado al país.
La condena de los líderes de las tres potencias a los intentos golpistas fue dura en todos los discursos y supone un canto a la democracia de “inquebrantable” en el lema del acto. Y el duro discurso de Lula a favor de la legalidad institucional y la defensa de la democracia fue a la vez histérico y con una revelación implícita. Sin pronunciar su nombre ni una sola vez, dejé claro que su antepasado, Jair Bolsonaro, tendrá que ser juzgado y encarcelado. El perdón, declaró Lula, “sonaría a impunidad y la impunidad a salvoconducto para nuevos actos terroristas”.
Lula dijo abiertamente que por lo que había dicho al ex presidente golpista “los opositores políticos y las autoridades establecidas podrían haber sido fusilados y ahorcadas en la plaza pública”. Para él, era necesaria “la necesidad de castigarlos rigurosamente para evitar nuevos intentos de golpe”.
Los tres altos mandos del Cuerpo de Ejército, que inicialmente dudaron en asistir al acto, guardaron silencio en sus presentaciones, e inmediatamente aplaudieron el duro discurso de Lula. La declaración oficial del Gobierno es que en el fallido golpe militar sólo participaron los militares en aislamiento, algunos de ellos ya están juzgados, mientras que el cuerpo militar como tal no forma parte de ellos, algo que en parte es cierto.
Lo más significativo del imponente acto de degradación de la atención a la democracia fue para Lula, porque si no lo sabía, la constatación de que a pesar de los esfuerzos que hizo en su primer año de gobierno para reunificar el país, olvidando el peligro de que En la democracia, Brasil sigue estando salomónicamente dividido en dos. Y no sólo a nivel poblacional, lo que quizás sea más grave: en el mismo corazón de la política.
Lo más grave del acto de Brasilia es que a pesar de haber experimentado personal y oficialmente todas las fuerzas vivas de la política y la justicia, de los 27 gobernadores del país, 15 de ellos le dieron puerta y no aparecieron. Y más grave aún, entre ellos cayeron los de los tres estados más importantes del país que siempre han decidido el resultado de las votaciones: los de São Paulo, con 40 millones de habitantes; el de Río de Janeiro, con 16 millones y el de Minas Gerais con 21 millones. Cada uno decide qué elección. Los tres gobernadores importantes son seguidores de Bolsonaro. Y fue poco, el gran ausente fue, Arthur Lira, el presidente conservador del Congreso y con él el alcalde parte de la cúpula de dicha institución. Y como luego decidieron no prestar atención a muchas de las figuras conservadoras del Congreso en sus respectivos partidos, Lula les dio varios ministerios importantes.
Este año tenderán a caracterizarse elecciones municipales que tienen gran importancia para dar un pulso sobre la fuerza de los partidos. En el pasado, el partido Lula, el PT y en general la izquierda fueron abiertamente castigados y derrotaron masivamente a los partidos de derecha y conservadores. Fueron el anticipo del triunfo derechista en las elecciones presidenciales ¿Cómo será este año? Si va a afrontar una prueba fundamental para una posible reelección de Lula o de alguien a quien patrocina.
Aceptó el Gobierno este año que Lula, en lugar de centrarse en un esfuerzo titánico de política exterior, viajara a Brasil, de ciudad en ciudad, para poder revertir la derrota en los municipios. Las elecciones, las primeras tras la derrota de los presidentes de la extrema derecha, revelarán el humor de los brasileños tras el primer año de gobierno del incombustible Lula.
Todos estos movimientos, algunos a ojos de todos y otros clandestinos, demuestran que el país sigue dividido y que existe el riesgo de un retorno al ultraderechismo. Como bien advirtió el ex ministro del Supremo, Lewandowski, hombre de total confianza de Lula, predestinado como nuevo ministro de Justicia: “El espantajo del autoritarismo sigue ensombreciendo al país, ya que los agentes del caos y la discordia siguen actuando todavía momentáneamente minimizada esperando que el momento sea más propicio para asestar nuevos golpes”.
Y Lula sabe muy bien que el bolsonarismo no está muerto, que su antepasado sigue manteniendo su fuerza en las instituciones y los partidos, como quiso someter a las autoridades importantes en el acto de Brasilia y que, en el mejor de los casos, Bolsonaro acabará. Por la justicia, tienes posibles sucesores y peso en la reserva.
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