X es una cabina de reverberación, donde corre el riesgo de sufrir una catástrofe para siempre en las polémicas en las que el algoritmo te atrapa. Como cuando a alguien le das un sambenito en el colegio -la empollona- y de ahí no tienes forma de escapar. Por estos días, la burbuja se vuelve roja de los intentos de “hispanohablantes” de la malvado Jordi Évole, que no puede hablar realmente del delicado estado de salud del catalán. O el punto de apoyo de las declaraciones del actor José Coronado ―“Las caras, Juan, las caras”― cuando fue preguntado en los premios Feroz por las denuncias de agresión sexual contra el director Carlos Vermut.
Hay un momento en el que resulta complicado seguir en la red social roja sin sentir que el tiempo se acaba y los pensamientos son impermeables. Pues la plataforma que recientemente dinamizó el #Metoo es por sí sola, en esencia, el lugar donde insultar y ocultar el peso de la invisibilidad que da lugar al anonimato o la fuerza deshumanizadora que da lugar a cualquier tipo de locura. A pesar de todo, sigue frecuentando y refrescando la casa de la estima, perdida en la hedonia depresiva de Mark Fisher. Cómo pasas por la calle a la primera persona que pasa y las vomita en las penas y frustraciones (raramente alegrías) de tu ser amado para librarse de tu abrazo.
Y cuando estés a punto de hablar siempre de esta cosa, sin despedirla (despacharla es sólo una manera de no marchar), una niña volvería a escuchar el llamado del amor. En este caso es un fragmento que aparece @Ememonogatari de una entrevista en la que Juan Antonio Bayona se preguntaba cuánto sabían los alumnos. “Él va a la escuela y dice, David Fincher, y nadie lo sabe. Pero luego dices ¿por qué fuiste al cine si no has visto cine? La sociedad de la nieve.
Lo siento, pero no puedo aceptar este discurso y creo que puede ser algo excluyente y más cuando viene de un ex docente.
Si un chaval está conectado a clase y no sabes quién es Fincher: enséñale, para que descubra sobre el cine, que lo entiende, que le interesa. Es tu deber🧵 pic.twitter.com/ANRdrRJxMB— miguel (@Ememonogatari) 25 de enero de 2024
“Si un chaval está conectado a clase y no sabes quién es Fincher: muéstrale, para que descubra sobre el cine, que lo entienda, que le interese. Debes”, responde @ememonogatari, sobre las obligaciones de los docentes. Y señala todos los condicionantes sociales, la nula formación cinematográfica en la educación obligatoria y la hoja esclarecedora del profesor. En las más de 700 citas y un millón de reproducciones del clip, se desarrolla una interesante discusión sobre el arte, el acceso a hoteles y el lugar que desempeñan las universidades y las escuelas en el desarrollo del conocimiento y el talento.
El mismo debate puede oírse en cualquier disciplina: ¿son pobres los estudiantes de hoy? En las universidades periódicas la lectura de lo que no se lee en los diarios es constante. El quiosco de la facultad de Periodismo de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) se graduó en diciembre de 2017, después de 30 años, porque era insostenible. ¿Pero a veces las facultades han estado llenas de ávidos lectores de publicaciones periódicas? Los estudiantes los leyeron y siguieron. pinzones del sector? Citando a Martín Caparrós en El viejo periodismo (Revista 5W), en la época dorada del periodismo, EL PAÍS vendió 400.000 ejemplares de diarios en papel, lo que supuso nada menos que el 1% de la población española.
Lo que seguro que nadie te ha preguntado es que poner como ejemplo la estantería de un quiosco sin pagarlo es una tontería. Si bien ahora el muro salarial se considera sensacionalista y mal intencionado (incluso si analizo la controversia en el Todo gratis en el actual mercado periódico sólo contribuye a su ruina. Y si algo tan simple no importara, gran parte de la pedagogía seguiría siendo errónea. Pedagogía de supervivencia.