Si alguien pensaba que el expresidente Jair Bolsonaro estaba políticamente muerto es posible que tenga un malentendido. E incluso a pesar de que en otro momento se puede acudir al partido entre ellos haber revelado su indiscutible protagonismo en la preparación de un golpe de Estado que fracasó porque el Ejército dudó en segundo lugar.
Lo curioso es que el hecho de que Bolsonaro haya ido a prisión depende en gran medida de Lula, ya que conoce al alcalde absoluto del Supremo, el mismo que debería juzgarle. La paradoja y la duda es que nadie es capaz de saber si no pudo favorecer al ultraderechista convirtiéndolo en mártir o eliminándolo definitivamente de la política.
Es cierto que hoy Bolsonaro lleva varios años impedido de presentarse a las elecciones, pero también está la fuerza del 30% de sus seguidores, a cualquier precio, como aparece en todas las encuestas, la célula podría haberlo fortalecido. No es casualidad que él mismo haya dejado constancia de que Lula, después de casi dos años en el cargo, decidió dar un paso al frente y recuperar su derecho a participar en las elecciones presidenciales.
Bolsonaro sabe que está con los ojos puestos en el destino de Trump, con quien Victoria le ha fortalecido y le anima a seguir siendo el líder de la ultraderecha brasileña. Por supuesto, es importante que las elecciones municipales de este año sean decisivas para las elecciones presidenciales de 2026, ya que todo el mundo ya celebra las elecciones.
A Lula se le pueden echar muchas faltas, pero no la culpa de su olfato político, como lo está demostrando, incluso frente a cierto amigo de su bando que se pregunta a qué se debe ese interés político, partidos de la derecha y hasta bolonaristi. .
El líder progresista sabe muy bien que las elecciones municipales del próximo octubre son la antesala de las presidenciales. Y sé que por eso todavía no hay un líder claro capaz de derotar una derecha que, para bien o para mal, fue forjada por la venganza de Bolsonaro.
No hay nadie en este momento, siguiendo las investigaciones, un personaje, aparte de Lula, ni en la ciudad ni en el centro, capaz de ganar una presidencia en Brasil. Excepto que Lula tendrá 81 años y necesitará o no pensar en un posible problema. Y usted sabe muy bien que de estas elecciones municipales depende que se vea o no la derecha del Gobierno. ¿Por qué razón? Muy bien escúchalo. En las últimas elecciones en las que resultaron elegidos los líderes de los municipios del partido de Lula, el PT, el alcalde tergiversó su historia sin lograr elegir alcaldes en ninguna ciudad importante del país.
Por eso Lula está poniendo esta vez su corazón y su alma en alianzas con candidatos derechistas y bolsonaristas de las ciudades más importantes del país, las que suelen decidir las elecciones presidenciales, como São Paulo, Minas Gerais o Río de Janeiro. Son candidatos que fueron elegidos apoyados por Bolsonaro y que, ante su caída, ya coquetean con Lula, aunque con un poco de paz también en una posible recuperación de su antiguo líder ultra.
Lula está así convencido de que el resultado de los municipios dependerá en gran medida de los presidentes que están dando un protagonismo político sin precedentes a su esposa Janja, no sólo en sus viajes al extranjero, sino también en la campaña de los municipios. Por primera vez, una primera dama debía tener un protagonismo sin precedentes en una campaña electoral que buscaba el voto femenino y seguir las reglas que obligan a los partidos a presentar una lista de candidatos destinada a mujeres.
Hoy, la figura de la primera dama es más bien una flor en la política brasileña. La esposa de Lula, inscrita casi desde adolescente en el partido de Lula, comienza a perfilarse como una mujer posible, dado el protagonismo que ha adquirido al presentarse con independencia. Feminista convencida, descarada, socióloga, cantante y organizadora de masas siguiendo la línea de su marido, puede estar seguro de que el 50% de las decisiones de Lula no serán consultadas de antemano.
El hecho de que parece que en la actual campaña Janja tendrá un papel importante actuando también fuera de la mano de su marido, algo que ha hecho sospechar de un posible aprendizaje para los presidentes. Pero también porque en los sueños actuales, con Bolsonaro actualmente fuera de combate, su esposa, la pastora evangélica Michelle, de indiscutible carisma personal, aparece mejor valorada que otros posibles candidatos, incluidos gobernadores de peso, de derecha y de extrema derecha.
Un día, la historia política de Brasil deberá analizar en profundidad el fenómeno Lula, que siguió sorprendiendo con algunas de sus decisiones, pero que al final, en momentos de crisis, aparece como el único capaz de intuir el futuro de este país. rico y complejo. Es un país que en este momento fundamental, en el terremoto que sacude los nuevos equilibrios políticos y económicos, nadie es capaz de resolverlos.
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